miércoles, marzo 21, 2007

"el pétalo de la florecita"


Desde la cama el aire se vuelve turbio.
el humo del cuarto cigarro ayuda al astigmatismo y los objetos se tornan oscuros, deformados por el tedio y el cansancio de los huesos regenerándose.
fuera, todo sigue a su ritmo, la vida no le espera a uno: o estas allí para atraparla o te ignora vilmente, y es que la discapacidad, transitoria o no, no da tregua.
Paradojas. Esos días que no quieres levantarte de la cama y ahora, en la postración impuesta, todo lo de fuera parece bullente intenso excitante (menos los gritos histéricos de los niños que juegan en el parque)
Intentas aprehender un instante del afuera y la vertebra cercenada por un gilipollas con olor a gimnasio te grita tu inmovilidad y te hace recostarte de nuevo. El culo, aplastado y ya insensible, te anuncia que la degradación de tu fisonomía no ha hecho más que comenzar. hace unas semanas lo veías erguirse satisfecha e inconsciente. Inconsciente de que en un momento, una sola fracción de segundo, tu corto o largo plazo puede doblarse hacia cualquier lado. Esta vez viró 90 grados hacia la horizontal de un colchón barato de Ikea.
Y aún tendré que alegrarme de qué unos centímetros hayan salvado el eje de un cuerpo que ninguneamos.
Y es que las florecitas deben quedarse en su maceta sin esperar a crecer...

La solidez de la soledad en el mundo líquido

En la incertidumbre de la nueva sociedad líquida, a veces me pierdo.
Dame algo que no sea virtual.
Las personas caminamos solas en el nuevo tejido tecno-social, pero no lógico.
Ahora, el ideal es trabajar desde casa, máximo rendimiento sin gastos de calefacción
ni el cafelito de la reunión...
Pero si me vendes individualismo,
dame al menos para bañar mi aislamiento con Chardonnay,
o un riberita, qué tampoco es que quiera yo lujos extremos.

Después, unas horitas de psicoanálisis,
para mantener un mínimo de salud mental
con alguien que aún te escucha in situ
(a 80 la hora , para quién se lo pueda pagar)

A mi, que soy joven, todo esto me pilla repentinamente,
no sé como lo sentirán otras generaciones que conocieron, aunque sea de refilón, otras formas de relación social en las que la gente aún se veía las caras, aunque algunas, no las quisieran ver ni en pintura...

A mi, todo esto, me coge desprotegida y vulnerable;
Aún no me he construido la férrea coraza de la gente madura:
más dura, tras las hostias con la vida.
Yo todavía no me he dado muchas, pero quisiera endurecerme rápido,
antes de que me desuellen de todas mis ilusiones, y un día me despierte hecha jirones.

Y es que, en medio de esta encrucijada de corrientes y flujos que vienen y van
a ritmo desbocado, comienzas a hundirte en la Incomprensión.
Si somos gregarios, ¿por qué hemos de aislarnos?
Nos venden que somos seres sociales: redes, clubs, chats,
foros, sectas, agrupaciones, Identidad, Pertenencia, nación!

Pero objetivamente, estas solo, si no quieres pasar por el artificio del carnet de socio y de la impostada reunión.
Entonces, ¿por qué no promocionar un nuevo “eremitismo” de habitación
en plan hikikomori como ideal del nuevo animal social?
Excitantes sensaciones dimanan de la pantalla,
los pixels acarician tus ojos y hacen bullir tus neuronas
y el aire viciado del zulo te retrotrae a románticas celdas de monasterios medievales.
Las pasiones serán controladas, hasta transcender al nirvana,
lo importante es no desear nada, así que apaga el televisor
y sumérgete en tu agujero de hurón..

Y si no, ¿porqué no ir a la montaña? Allí donde sabios milenarios encontraron las respuestas a la vida en su aislamiento.
Una vez allí, a esperar que una mata te ilumine.

¿habrá cobertura?