Desde la cama el aire se vuelve turbio.
el humo del cuarto cigarro ayuda al astigmatismo y los objetos se tornan oscuros, deformados por el tedio y el cansancio de los huesos regenerándose.
fuera, todo sigue a su ritmo, la vida no le espera a uno: o estas allí para atraparla o te ignora vilmente, y es que la discapacidad, transitoria o no, no da tregua.
Paradojas. Esos días que no quieres levantarte de la cama y ahora, en la postración impuesta, todo lo de fuera parece bullente intenso excitante (menos los gritos histéricos de los niños que juegan en el parque)
Intentas aprehender un instante del afuera y la vertebra cercenada por un gilipollas con olor a gimnasio te grita tu inmovilidad y te hace recostarte de nuevo. El culo, aplastado y ya insensible, te anuncia que la degradación de tu fisonomía no ha hecho más que comenzar. hace unas semanas lo veías erguirse satisfecha e inconsciente. Inconsciente de que en un momento, una sola fracción de segundo, tu corto o largo plazo puede doblarse hacia cualquier lado. Esta vez viró 90 grados hacia la horizontal de un colchón barato de Ikea.
Y aún tendré que alegrarme de qué unos centímetros hayan salvado el eje de un cuerpo que ninguneamos.
Y es que las florecitas deben quedarse en su maceta sin esperar a crecer...