jueves, diciembre 11, 2008

CAP II. En la Consulta

-I-

Entro en el límpido consultorio privado de la clínica Montpellier, en calle Aragò:
páredes de un blanco inmaculado y suelo de cristalino mármol
Me adentro en la diáfana estancia con resuelto caminar,
y en elegante zoom escudriño al bombón que preside la mesa,
una rubia de coleta tirante y labios cubiertos de fresa.

Me acerco hasta el borde de su tablón y bajo humilde la cabeza,
en una libre interpretación de la inclinación japonesa 
(que yo en eso estoy muy puesto) 
y fijo finalmente en ella mis ojitos de ensoñador
-Mademoiselle, buenos días-
le digo con grave voz.

La sueca no mueve un ápice de su inicial semblante,
y ni pizca de rubor asoma en sus mejillas de melocotón.
Me mira en cambio con severidad a través de sus ojos lechosos.
(Ay que ver estas mujeres desde que están liberadas,
no se arredran ante nada)

-¿Quién es usted?- me inquiere con voz tajante.
-¿Mi nombre? Y se lo digo, como siempre con mucho estilo,
dejándo que la última vocal se apague lentamente en mi boca.
Soy...
Bueno, es difícil resumirlo.
Realizador, empresario, productor...
Benefactor creativo.

-no, no ha entendido usted mi pregunta -
(La azafata está guerrera)
-¿Qué quién es usted?- Me repite golpeando la mesa con su lapicera.

Me repongo de mi estupefacción y me dispongo, con renovadas fuerzas, a desgranar sintéticamente algunas fases de mi extenso currículum.
Podría incluso pedirle a Judit, mi asesora, que le remita por fax e ipso-facto
el documento. Pero al volver a posar mi sobria mirada sobre el rostro de la recepcionista me encuentro con su contraído rostro,
y me apercibo, sagaz, de su mirada de odio.

-Señorita, ¿me confunde usted con otro?-  Le pregunto compungido.
No solo no se rinde a mi encantadora mirada, sino que se muestra
crecientemente más ruda, hiriendo mi compostura 

-Es que creo que no ha entendido usted mi pregunta, caballero-
Responde la nórdica con voz de hielo
-En los últimos tiempos, los últimos meses, semanas o días...
(hago un plano detalle de su boca moviéndose al tiempo en que mi bultito se despereza con prisa)
-¿Ha hecho usted más feliz a alguién?- me pregunta - ¿Ha facilitado su camino? ¿Ha mejorado en algo los momentos buenos o malos de su jornada? -toma aire-
-Si su madre se pone enferma ¿va a verla?-

¡Pero qué coño dice ésta arpía!
¿acaso no sabe a quién se dirige?
¡Al captor de la belleza en el mundo sensible!

-Mira, so guarra- le digo quitándome el sombrero
- ¡Yo sólo he venido a tratarme esta incipiente calva!
Si tus padres no saben que eres lesbiana, poco me importa.
La gente me admira, las mujeres...
¡Las mujeres alucinan con mi tierna hombría!-

-II-

Y dicho esto me alejo de allí con aire altivo.
Una vez en la calle me recompongo, he perdido los estribos, lo reconozco.
¡Nombrar mi frente despejada como calva! No sé que me ha pasado, esa fulana...
No puedo dejar que el enfado contraiga mi cara,
¡mis líneas de expresión cada noche de anti-age embadurnadas!

Para quitarme este amargor de la boca llamo al primero de mi séquito
y le cuento el episodio de la consulta y de aquel monstruoso niño tan molesto.
-Roger, yo alucino- dice -Pero...¡espera un momento!
¿Acaso no será todo esto una mala jugada de la productora rival?
¿No querrán socavar con acierto, apelando a tu desconcierto, todo tu potencial?

- Ahí le has dado, amigo mío!- cuelgo mi i-phone triunfante y llamo a mi asesora, -noia, em sembla que tens molta feina, pero lo primero, cuentame paso a paso mi agenda-